Zaramaga mantiene vivo el recuerdo del 3 de marzo

Mural de Zaramaga en recuerdo al 3 de marzo.

Mural de Zaramaga en recuerdo al 3 de marzo.

En un paseo rápido, el aspecto del barrio de Zaramaga se mantiene prácticamente fiel al que ofrecía la zona alrededor de la iglesia de San Francisco hace 40 años, cuando el templo era sede de multitudinarias asambleas de trabajadores de las fábricas de Vitoria, en lo que fue una de las propuestas de lucha obrera autónoma más importante de la segunda mitad del siglo XX en España. Y que acabó el 3 de marzo de 1976 de manera brutalmente sangrienta con el asesinato por parte de la Policía Armada de cinco jóvenes trabajadores en una masacre que sumó un centenar de heridos más. Una masacre dirigida por las autoridades del Estado y ejecutada sin piedad por parte de aquellos policías que seguían manteniendo el imaginario fascista del régimen de Francisco Franco. Una masacre que tantos quisieran mantener en el olvido o tergiversarla, como el dirigente popular Iñaki Oyarzabal, o defenderla (porque el fascismo continúa vivo en la capital alavesa), pero cuya denuncia se mantiene viva y activa gracias a los familiares de los fallecidos y a las gentes de Vitoria que, agrupadas en distintas asociaciones, continúan año tras año reclamando justicia.

40 años después, los responsables de aquellos crímenes permanecen sin ser juzgados. Algunos, como el ex ministro Manuel Fraga Iribarne, han muerto en la cama, como su mentor Francisco Franco, antes de que les llegara la citación de la Justicia argentina, la única encargada ahora de seguir el caso, ante la pasividad de la española.

Fraga opina sobre el 3 de marzo.

Fraga opina sobre el 3 de marzo.

Otros, como el ex ministro Rodolfo Martín Villa, eluden la solicitud de extradición al mismo tiempo que no asumen ninguna responsabilidad sobre aquellos acontecimientos. Y lo mismo ocurre en instancias inferiores hasta llegar al último policía. Nadie ha sido juzgado por aquellos crímenes.

Así que, en este 40 aniversario, una recomendable manera (hay más, como se señala al final de reportaje) para recuperar aquellos momentos de lucha obrera, cuando quedó todo atado y bien atado, es un paseo tranquilo, detenido, con auriculares, por Zaramaga. Escuchando las grabaciones de aquellos días que ha recopilado la Asociación Martxoak 3 de Marzo en su página web, se puede intentar revivir la vida de esos meses, aunque el paisanaje haya cambiado bastante 40 años después. El paisaje, como se ha dicho, es muy parecido. Así que siguiendo  las conversaciones de los represores, que todavía hoy causan ansiedad y pánico en este 2016, no es difícil imaginar a los obreros congregados el 3 de marzo de 1976 en la iglesia, y a la policía esperando fuera para disparar a bocajarro.

O sentir la indignación que recorrió la ciudad en los días posteriores, escuchando el sentido, cabal y valiente discurso del portavoz (aunque, en aquella organización obrera autónoma, el liderazgo estaba en la asamblea) José Fernández Naves en la catedral, durante el funeral, denunciando a los verdaderos culpables: un puñado de patronos y las autoridades.

O constatar cómo la protesta era pacífica y protagonizada por hombres y mujeres, jóvenes en su mayor parte, que sólo, lo que no es poco, defendían asuntos vinculados con su trabajo en distintas fábricas de la ciudad. Gentes que mostraban su estupor (la grabación con los comentarios de los supervivientes es más que reveladora) tras la brutal carga policial ante lo que era una acción represiva de difícil comprensión para cualquier entendimiento que no fuera el del ministro Manuel Fraga, fundador de Alianza Popular (luego, Partido Popular), responsable de los actos y defensor de la pena de muerte, un día después de la matanza. Y que se murió sin ni siquiera ser citado ante los tribunales por estos crímenes.

Así que se puede decir que quizás esta impunidad es lo que único que se mantiene, y esperemos que por poco tiempo, de aquellos sucesos. Porque, en una mirada más detallada a Zaramaga, a la iglesia y su entorno, se observa que el barrio ha cambiado un tanto desde entonces, cuando bullía de juventud obrera. Pero eso sí, los alrededores guardan, unos más discretos que otros, sentidos recuerdos de entonces.

Ahí está la modesta sede de la asociación 3 de marzo, en la calle Fermín Lasuen, modesta pero que se abarrota en cada ocasión que se organiza un acto, porque la memoria del 3 de marzo es fecunda y generosa. Un poco más adelante, el sencillo monolito que se levantó frente a la iglesia, al otro lado de la calle, donde cayeron los obreros, abatidos por los disparos de la Policía, y más de un centenar resultaron heridos en aquella desbandada provocada por los gases lacrimógenos que los uniformados lanzaron por el exterior y el interior de la iglesia.

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Una iglesia que ha envejecido peor que el barrio. El templo que diseñó Luis Peña Ganchegui (en paralelo a los que proyectaron Miguel Fisac y Luis Carvajal para aquellos barrios que nacían con la poderosa inmigración de la segunda mitad del XX, cuando Vitoria era tan católica) ha sido cerrada al culto por falta de clientela, en un barrio cuya población ha envejecido notablemente. De aquella juventud que poblaba Zaramaga en 1976, procedente en su mayor parte del resto de España, ya sólo quedan los supervivientes, porque su descendencia abandonó el emblemático barrio por las zonas nuevas que se levantaron en las afueras de la ciudad. Y ahora su lugar lo van ocupando los nuevos inmigrantes, estos llegados de todas las partes del mundo. Donde antes había familias andaluces, castellanas o extremeñas (el Hogar de Extremadura se encuentra a 20 pasos de donde sucedió la masacre), ahora hay magrebíes, subsaharianas y latinoamericanas.

Al mismo tiempo que el único lugar para que aquellos obreros se reunieran para debatir sobre sus reivindicaciones, la iglesia, ha ido languideciendo, nuevos elementos se fueron sumando al pequeño monumento que habían levantado los compañeros de los fallecidos y que ha servido de faro en estos años para su recuerdo. Mientras las diferentes instancias judiciales españolas rechazaban investigar la masacre; mientras sólo una jueza italiana, María Servini de Cubria, y la Interpol continúan investigando y persiguiendo a los culpables, los familiares y amigos de los asesinados mantenían viva la reclamación de justicia desde Vitoria. La asociación 3 de marzo seguía convocando anualmente el correspondiente homenaje, además de proseguir con la demanda de que los culpables pagaran por el crimen.

Y así, en 2013, se completaba el paisaje de Zaramaga, en la plaza junto a la iglesia, con un pequeño y sentido monumento a la memoria de Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas, de 27 años, Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años, Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años, José Castillo, de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, de 32 años, y Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años.

Un recuerdo para un crimen que indignó al resto de Europa, gracias a las crónicas de los corresponsales extranjeros en España. Y hasta la dócil prensa de aquel entonces no tuvo más remedio que reflejar la indignación de Vitoria, como bien recoge el  gran mural que ilumina la plaza desde hace un par de años. En la fachada del edificio de calle Reyes de Navarra, sobre el bar La Paloma, destaca esa obra colectiva, dirigida por Javier Hernández Landazabal, un gráfico mural que recupera imágenes y noticias de prensa del trágico acontecimiento, aquel que inspiró las Campanades a mort de Lluis Llach, quien ayer recibió un sentido homenaje en el Ayuntamiento de la ciudad.

Así que, escuchando la elegiaca composición del músico catalán va terminando el recorrido por la memoria de Zaramaga, de aquel 3 de marzo hace 40 años, en un barrio que nunca será el mismo pero que sigue conservando el recuerdo de el nefando y trágico día. Gracias, entre otras, a la labor de las artistas Txaro Arrazola, Irantzu Lekue, Veronica Werckmeister, Marta Gil y Sandra Santos y el escritor Juan Ibarrondo, que hoy presentan su propuesta para reivindicar la memoria del 3 de marzo. Distintas creaciones y una narración dramatizada que Ibarrondo ha escrito para unas visitas guiadas sobre los acontecimientos que se vivieron en el barrio, en 1976 y que se han organizado durante todo este año. Merece la pena. Más información, aquí.

Con la sangre de los asesinados, uno de sus compañeros escribió la palabra "Justicia". Hasta hoy.

Con la sangre de los asesinados, uno de sus compañeros escribió la palabra «Justicia». Hasta hoy.

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