El enigma de Salsedón

Mapa de "Biscaia, Alava et Guipuscoa" (Amsterdam. 1662)

Mapa de «Biscaia, Alava et Guipuscoa» (Amsterdam. 1662)

La pasión por la cartografía viene de lejos, de aquellos mapas en los que te manejabas lo mismo cuando cruzabas Castilla en el 850 de tus padres, que servían para perderte en busca de los valles y las cumbres donde nace el río Asón, pero quizás la pasión cartográfica maduró en una visita a Italia, en un viaje que comenzó con un boda en Artxanda y terminó con otra en las estribaciones del Vesubio. El paseo por la estancia dedicada a los mapas antiguos de la Galería de los Uffizzi en Florencia permitía trasladarte en el tiempo (y en aquel 1998 no existía GPS e Internet iba a 56 Kbit/s) y sentirte como los viajeros que recorrían el Mundo en los siglos XVI y XVII cuando se comienzan a elaborar las cartas terrestres y marinas con una mayor fidelidad a la orografía de nuestra esfera.

Legionis, Biscaiae et Guipiscoa

Mapa «Legionis Biscaiae et Guipuscoa» (Amsterdam, 1546).

Y entonces, tan lejos de los valles que te han visto crecer, era inevitable buscar y encontrar, con más que grata sorpresa, tu pequeña villa de referencia. Y allí, en los mapas del norte de la Península, los de «Biscaia, Alava et Guipuscoa» o «La Biscaye et le Royaume de Navarre» y en otros que se referían las costas cantábricas y el Golfo de Bizkaia, en todos ellos, el nombre de Lanestosa era un enclave de referencia con los de Laredo, Castro Urdiales o Medina de Pomar. Había algunos más, pero siempre aparecía la villa que hace cerca de 730 años fundó Lope Díaz de Haro y donde pasé los mejores momentos de mi infancia y juventud. Quizás ahora, convertida en casi una pequeña aldea, no pinte mucho en Google Maps; entonces, cuando era residencia de emperadores como Carlos V, gozaba de este citado renombre cartográfico.

 

"La Biscaye et le Royaume de Navarre" (Paris, 1707).

«La Biscaye et le Royaume de Navarre» (Paris, 1707).

Y junto a Lanestosa, un poco a la derecha en el mapa: Salsedón. Lanestosa, en la entrada desde la costa de Laredo; Salsedón, desde Castro-Urdiales. Ambos, en territorio vizcaíno, tal y como apunta la única referencia literaria a esta misteriosa localidad. Y aquí surge el enigma. Desde aquellos mapas florentinos hasta tantos otros que ahora se pueden consultar en Internet como los de la excelente colección de la Fundación Sancho el Sabio (de donde proceden la mayor parte de los que ilustran esta entrada), en todos ellos, entre Lanestosa y Castro-Urdiales aparece el citado término de Salsedón, pero la última alusión que he rastreado es de 1920 y  la anterior, de 1780. Ambas, escritas; en los mapas posteriores a 1800, Salsedón desaparece.

La primera referencia en el tiempo, procede de Las aventuras de Gil Blas de Santillana, de Alain Rene La Sage, escritor francés que se sirvió de un recurso literario habitual en la novela picaresca de atribuir a otro autor su obra de claro contenido crítico, para poder salvar los rigores de la censura. En este caso, su estratagema es tan verosímil que llega al punto de que en los siglos XVIII y XIX hay presuntos eruditos como Juan Antonio Llorente, que señalan que el autor es en realidad un español. Llorente, en su edición de Gil Blas de Santillana corrige esta presunta autoría y otras cuestiones de La Sage, como… ¡su referencia a Salsedón! cuando el escritor parisino señala esta localidad como la natal de uno de sus personajes. La corrección de Llorente es tan descabellada, si miramos los mapas, como la de la autoría española de la novela francesa.

Salsedón

Y la segunda y última cita de Salsedón es una nota en un apéndice a una historia del Camino de Santiago, la prestigiosa The way of Saint James de Georgiana Goddard King; en la que en el detalle del recorrido de la costa, la prestigiosa hispanista norteamericana cita, en el itinerario a Laredo, el enclave Salsedón, probablemente desconociendo que el lugar ya no existía, puesto que sus referencias eran fuentes antiguas sobre la ruta jacobea.

Referencia a Salsedón en "The way of Saint James".

Referencia a Salsedón en «The way of Saint James».

Notas marginales, como se ve, que no aclaran qué ocurrió con Salsedón para pasar de ser una referencia en los mapas a desaparecer de la faz de la tierra y convertirse en un enigma cartográfico.

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