En 1926, Man Ray realizaba su famosa película Emak Bakia, cuyo título estaba tomado de la casa que aparece en el filme, en la costa labortana, y en la que residió durante los meses de rodaje. Más de ochenta años más tarde, el realizador navarro Oskar Alegria parte en busca de esa casa y en esa deriva tras los pasos del dadaísta Ray, elabora Emak Bakia Baita, un homenaje al autor de imágenes impactantes, al creador rebelde, pura vanguardia libre, libertaria y hasta anarquista, como se señala en un momento en el filme, pero también una reivindicación del azar, intensa poesía visual, lírica deslumbrante como la luz del sol o de los rayos que rodean la casa Emak Bakia, en tantos momentos de la cinta.
La película, que se proyectó el jueves 18 de septiembre en el Artium, es una «foot-movie» y así, con el pausado deambular de quien camina sin prisa pero sin pausa transcurre, en las costas de Laburdi, en París, en Italia, con extravagantes protagonistas como el clown predilecto de Fellini que se compró la tumba antes de morir en el cementerio de Biarritz, una princesa rumana campeona de tenis de mesa y que residió en Emak Baita, un pastor de cerdos, Bernardo Atxaga visitando una exposición de imágenes de Man Ray, con la sola iluminación de una linterna, o Ruper Ordorika, cantando a las palabras desaparecidas.Estos dos últimos, por cierto, integrantes de un grupo de artistas muy activo a principios de los noventa y que llevaba también el nombre de Emak Bakia Baita.
Si se tiene la oportunidad de ver la película (aquí las próximas proyecciones), y a la espera de que se edite en DVD, Emak Bakia Baita es una cita ineludible para quien se haya interesado en alguna ocasión (y más si el interés fugaz es pasión cotidiana) por las vanguardias europeas de principios de siglo, sobre todo por el dadaísmo al que se adscribía Man Ray, y sus incursiones en las nuevas artes emergentes en aquel entonces, como el cine y la fotografía.
«En manos de los dadaístas, la obra de arte, de atraer la mirada y seducir el oído, pasó a ser un proyectil. Golpeaba al espectador», decía Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproducción mecánica, diez años después de que Man Ray rodara su película, auténtico proyectil de imágenes y sonidos que surgieron de aquella casa que al final encuentra Oskar Alegria…
…Quien, bebiendo del espiritu de Dadá, trata también de impactar en el espectador con una historia apasionante sobre una casa y sus misterios. «Emak bakia!», expresión que en castellano significa «¡Déjame en paz!», actitud tan querida por el artista dadaísta que habitó en aquella casa labortana en aquel verano de 1926, que desapareció de los libros de referencia con la ocupación nazi, y que el director navarro ha recuperado para la historia en esta emocionante película.